PorNoé R. Rivas -
En el mundo actual, donde la tecnología y el poder se entrelazan de formas cada vez más complejas, surge una narrativa que nos invita a reflexionar sobre los límites de la ambición y los peligros ocultos tras las fachadas de éxito. ‘Parpadea dos veces’, el debut como directora de Zoë Kravitz, se sumerge en estas aguas turbias, ofreciendo una visión inquietante de cómo las apariencias pueden engañar y de cómo los sueños pueden convertirse en pesadillas cuando menos lo esperamos.
La película nos presenta a Frida, una camarera interpretada por Naomi Ackie, cuya vida da un giro inesperado cuando conoce a Slater King, un magnate tecnológico encarnado por Channing Tatum. Lo que comienza como un encuentro fortuito en una gala benéfica se transforma rápidamente en una invitación a un paraíso tropical privado. Frida, acompañada por su amiga Jess (Alia Shawkat), se embarca en lo que parece ser una escapada de ensueño, solo para descubrir que bajo la superficie de lujo y hedonismo se oculta algo mucho más siniestro.
Kravitz demuestra una habilidad notable para crear atmósferas, utilizando la fotografía y el sonido para transmitir una sensación de irrealidad y amenaza latente. Los primeros compases de la película están impregnados de una sensualidad y exuberancia que poco a poco van dando paso a una inquietud creciente. La directora juega hábilmente con las expectativas del espectador, sembrando pistas sutiles que sugieren que algo no está del todo bien en este edén artificial.
El guion, coescrito por Kravitz y E.T. Feigenbaum, aborda temas complejos como el abuso de poder, la manipulación y el consentimiento. La narrativa se desarrolla de manera no lineal, con saltos temporales que contribuyen a la desorientación del espectador, reflejando el estado mental de Frida a medida que intenta descifrar qué está sucediendo realmente en la isla.
El reparto secundario, que incluye a figuras como Christian Slater, Simon Rex y Geena Davis, aporta matices interesantes a la trama, aunque en ocasiones sus personajes pueden parecer algo desdibujados. La química entre Ackie y Tatum es palpable, lo que hace que la relación entre Frida y Slater sea creíble y, por ende, más perturbadora cuando se revela su verdadera naturaleza.
A medida que la película avanza, Kravitz aumenta la tensión de manera gradual, llevando al espectador por un viaje psicológico que culmina en un tercer acto frenético y violento. Es en este punto donde ‘Parpadea dos veces’ muestra algunas fisuras en su estructura narrativa. Algunas revelaciones pueden resultar algo precipitadas, y ciertos giros argumentales requieren una suspensión de la incredulidad por parte del público.
La película aborda de manera frontal cuestiones relacionadas con el movimiento #MeToo y la cultura de la cancelación, ofreciendo una crítica mordaz a cómo la sociedad lidia con los abusos de poder. Sin embargo, en ocasiones, el mensaje puede parecer algo obvio, careciendo de la sutileza que caracteriza a otras partes del filme.
Visualmente, ‘Parpadea dos veces’ es un festín para los sentidos. La dirección de fotografía de Adam Newport-Berra captura la belleza paradisíaca de la isla, contrastándola con momentos de inquietante claustrofobia. La banda sonora, compuesta por Chanda Dancy, complementa perfectamente la narración visual, contribuyendo a la creación de una atmósfera de tensión creciente.
Es digno de mención cómo Kravitz maneja las escenas de fiesta y desenfreno. Lejos de glorificar el estilo de vida hedonista, estas secuencias están impregnadas de una sensación de vacío y artificialidad que presagia el giro oscuro que tomará la trama.
La actuación de Naomi Ackie es uno de los puntos fuertes de la película. Su interpretación de Frida es matizada y convincente, mostrando la transformación del personaje desde la ingenuidad inicial hasta la determinación final. Channing Tatum, por su parte, demuestra su versatilidad al alejarse de sus papeles más típicos, ofreciendo una actuación que juega constantemente con las expectativas del público.
‘Parpadea dos veces’ no es una película perfecta. Su ritmo puede resultar desigual en algunos momentos, y ciertos elementos de la trama podrían haberse desarrollado con mayor profundidad. Sin embargo, como debut en la dirección, es una obra que demuestra la visión y el potencial de Zoë Kravitz como cineasta.
La película plantea preguntas incómodas sobre el poder, el privilegio y la responsabilidad en la era digital. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a cerrar los ojos ante la realidad por el brillo de la riqueza y el éxito? ¿Cómo pueden las nuevas tecnologías ser utilizadas como herramientas de control y manipulación? Estas cuestiones resuenan más allá de la pantalla, invitando a una reflexión sobre nuestro propio papel en un mundo cada vez más polarizado y vigilado.
En conclusión, ‘Parpadea dos veces’ se presenta como un thriller psicológico que, si bien no revoluciona el género, ofrece una mirada fresca y provocadora sobre temas de gran relevancia contemporánea. Kravitz demuestra un dominio prometedor de los elementos cinematográficos, creando una experiencia inmersiva que mantiene al espectador en vilo hasta el final.
La película no siempre logra equilibrar sus ambiciones temáticas con la coherencia narrativa, pero su audacia y su compromiso con la exploración de cuestiones complejas son innegables. ‘Parpadea dos veces’ puede no ser una obra perfecta, pero es sin duda una declaración de intenciones por parte de una directora novel que no teme abordar temas controvertidos y desafiar las convenciones del cine comercial.
En última instancia, ‘Parpadea dos veces’ nos recuerda que en un mundo de apariencias y realidades distorsionadas, la verdad puede ser el lujo más escaso y valioso. La película invita a su audiencia a mirar más allá de las fachadas relucientes y a cuestionar las estructuras de poder que dan forma a nuestra sociedad, ofreciendo una experiencia cinematográfica que, aunque imperfecta, resulta provocadora y memorable.